17 noviembre 2008

Lorca, otra vez (Artículo de José Antonio Gurriarán)


Conocí a Manolo Fernández Montesinos al inicio de la transición, me reúnia con el y otros demócratas en un chalecito que tenía en el distrito madrileño de chamartín y le oí en un mitín que asustó a José María Gil Robles -sorpresivamente asistió a él-cuando calificó a Fraga de "catástrofe nacional" y profirió frases muy duras contra el centro y la derecha política, que parecian desentonar con su porte profesoral.
Era tan buen orador como conversador, culto, mordaz y agresivo, y ya entonces estaba dedicado en cuerpo y alma a la vida y la obra de su tio Federico García Lorca, asesinado por los falangistas en el barranco de Viznar, un día después del asesinato de su padre, el alcalde socialista de Granada.
Con el crítico de cine y guionista Miguel Rubio y otros amigos de Fernández Montesinos, visité una casa de campo de su familia, situada entre Guadalajara y Madrid, en la que guardaba como un tesoro, unas manualidades preciosas hechas por García Lorca para alguna de sus obras teatrales. Posiblemente para llevarlas de pueblo en pueblo con La Barraca.
Eran pequeños escenarios elaborados minuciosamente, por el poeta y dramaturgo con recortes de papel de cartulina y cartón, en los que figuraban todos los elementos teatrales imprescindibles a la escena: telón, mobiliario, cabina del apuntador, decorados, actores...Eran tan sencillos que parecían la obra de un niño nacido para el arte.
Fernandes Montesinos abandonó pronto y con tensiones la política y se dedicó, casí en exclusiva, a la divulgación de la vida y obra lorquiana a través de la Fundación García Lorca, que presidió hasta hace 2 años. Lo hizo muy bien y la última vez que lo vi y entrevisté fue en el centro Cervantes de Lisboa, a donde llevó una magnifica exposición itinerante sobre su tio.
Es de agradecer la decisión de los herederos de Lorca, de acceder a su exhumación una vez que lo ordena la judicatura y que, junto con él, están sepuntados otros republicanos cuyos familiares expresaron sus deseos de buscarlos y enterrarlos dignamente en otro lugar. Debe aceptarse también, la legítima decisión de los Lorca de que, una vez que una vez se confirme donde reposan sus restos y se hagan las averiguaciones sobre detalles desconocidos de su muerte, se le deje para siempre en el mismo lugar.
Menos aceptables son las declaraciones de Fernández Montesinos, de que podía recurrir la exhumación porque, en su criterio "sería una profanación". Ni el término parece el adecuado, ni creemos que el sobrino del poeta tenga capacidad jurídica para impedir que se sepa lo que desean y tienen derecho a saber la mayoria de los españoles, muchos de los cuales podrían desvelarse con la exhumación. Además, el poeta y las circunstancias de su muerte son patrimonio de la historia y de la Humanidad.

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