04 enero 2009

La igualdad del espejo convexo

Artículo de Ana Ruiz Pardo (CCOO), publicado en Diario Sur, con ocasión de la Sentencia desestimatoria del TSJA ante la demanda de las enfermeras de las clínicas Pascual.







La columna vertebral del modelo de cohesión social que hace más de 50 años surge en Europa, del llamado Estado de Bienestar -éste que nace de un gran pacto social con el objetivo principal de acabar con las desigualdades- se ve resentida ante determinadas actuaciones que, lejos de sembrar su solidez, da pruebas más que visibles de sus debilidades.

Y es que entre las desigualdades, si bien ha venido a corregir en cierta medida aquellas por razón de clase, las que tienen su origen por razón de sexo son obviadas con demasiada frecuencia por invisibles en numerosos ámbitos de nuestra sociedad. Sirva como ejemplo la reciente sentencia desestimatoria del TSJA ante la demanda de enfermeras de clínicas Pascual que reivindican el derecho a poder optar voluntariamente por vestir durante su jornada laboral el mismo uniforme que utiliza el personal masculino de su misma categoría profesional, y no usar la falda, delantal y cofia como la empresa les exige. Sin embargo, este tribunal ha considerado que esta imposición al personal femenino no es discriminatoria, ni sexista y que contribuye a fomentar la 'imagen' de la empresa.

Estas mujeres sólo reivindican despojarse de un uniforme de trabajo con el que no se encuentran cómodas para desarrollar sus funciones, ni con el que tampoco se sienten identificadas. Es de destacar la valentía y el coraje de estas mujeres, que han dicho "que no" en una empresa privada, a la que llevan vinculadas más de 20 años. La misma valentía que han tenido muchas otras mujeres a lo largo de la historia que han dicho "que no" a algún otro 'uniforme' que le imponían en el trabajo, en su casa o en la sociedad. La misma valentía que crea debate, reflexión y nos beneficia para avanzar, aunque lentamente, no sólo a las mujeres, sino a toda la sociedad.

Este u otro 'uniforme' lo visten por imposición muchas mujeres aún en muchos ámbitos de nuestra sociedad, ésta tan 'avanzada' que ha sido capaz de dar a luz una Ley de Igualdad. Lo que esta sociedad considera como razonable en la convivencia diaria, como sensato, es más, como justo, ha conseguido plasmarlo en una norma de obligado cumplimiento la ley de Igualdad, lo que podemos considerar como un gran logro. Sin embargo, esta conquista se ve más jurídica que social, porque el pensamiento y los comportamientos cotidianos continúan viajando en un sentido contrapuesto, más dirigido a modelos decimonónicos. No hay más que leer la prensa y ver las cifras de mujeres asesinadas a manos de sus parejas, o mirar a tu alrededor, mucho más cerca, y observar las relaciones y comportamientos de las personas que nos rodean en todos los ámbitos o en este caso de clínicas Pascual.

Parece inconcebible, no sólo en lo jurídico, sino en lo que manda el sentido común, que se considere lícito imponer como ropa de trabajo la falda, delantal y cofia a enfermeras para 'la buena imagen' de una empresa. Debería considerar más importante esta empresa, y también la justicia, para la buena imagen, facilitar entre sus profesionales la calidad de la atención que se presta a sus usuarios, y que las enfermeras no estén más preocupadas en su actividad laboral de adoptar determinadas posturas y limitar sus movimientos para evitar mostrar sus intimidades, que en concentrarse en su trabajo. Y dejar de marcar a las mujeres con la lacra de la 'imagen' para el goce de los demás.

La Ley de Igualdad que hemos logrado en este país es un espejo en el que nos vemos reflejadas unas pocas personas, hombres y mujeres, que creemos en la necesidad de alcanzar una sociedad más justa. Pero no deja de ser un espejo convexo, en el que la imagen reflejada es siempre virtual y más pequeña, independientemente de la posición en que lo situemos. Porque la realidad demuestra que este espejo, para el conjunto de nuestra sociedad, está como objeto decorativo del escaparate del 'progreso' de nuestra sociedad, o por qué no como 'imagen' de nuestro concepto de igualdad.

Se debe poner el esfuerzo fundamental en la igualdad de oportunidades. Pero una igualdad de oportunidades que no sea solo un "eslogan" vacío que es defendido de forma oportunista desde cualquier posición ideológica. Se trata de construir una verdadera Igualdad de Oportunidades para el Bienestar, que implica que la sociedad debe igualar el bienestar de sus miembros remediando las desigualdades que existen debido a las diferencias entre las personas, todas ellas sin exclusión, también las que tienen su origen por razón de sexo. En este camino y en este pacto podremos alcanzar una cohesión social fortalecida.

Queda un gran trabajo por hacer, y es conseguir que la igualdad del espejo se transforme en igualdad real, en la que el conjunto de la sociedad no se vea sólo reflejada, sino identificada. Para ello, entre otras acciones, tendremos que despojarnos de otro 'uniforme', ese bagaje cultural tradicional y estereotipado que heredamos, del que estamos impregnados y que perpetúan gran parte de los mensajes publicitarios y medios de comunicación. Hacen falta no sólo leyes, sino el establecimiento de medidas preventivas y de actuación que dirijan a la sociedad en este logro, porque sin lugar a dudas, es una de las mejores herencias que podremos dejar a nuestros hijos si queremos que disfruten de una sociedad más justa.

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