08 marzo 2009

Ojo por ojo

Es el rostro y palabra que más nos han dolido, en los últimos días, y tan patético resulta contemplar la cara desfigurada a costurones de la iraní Ameneh Bahrami, como sus ojos cegados por la ira del despecho, la costumbre de la posesión femenina y la intolerancia en la interpretación de las religiones.




Tan brutal y arcaica es la decisión de los tribunales de aplicar parecido castigo al pretendiente rechazado, que, hace cinco años, arrojó una jarra de ácido sulfúrico a la cara de la joven, como impresionante la normalidad con que, una y otra vez, Ameneh repite hoy: “No busco venganza, pero me dejó ciega y ahora quiero que él viva ciego.”

Es la ley del Talión del “ojo por ojo y diente por diente”, que, desde el Código de Hammurabi (siglo XVII a.c), iguala la pena al crimen, establece una reciprocidad exacta en la venganza y condena a cortar las manos del niño que pega a su padre. Una ley que influyó en gran parte de los tribunales de la Edad Antigua y Media y, que, afortunadamente, desapareció en la mayoría de las legislaciones.

No sucede así en Irán y en otras repúblicas islámicas, que, la incluyan o no en sus códigos penales con la denominación de qisas, de hecho la practican en ajusticiamientos y, en más de una ocasión, con menores, violando la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU y la Convención de los Derechos del Niño. Tampoco, en el estado de Israel que, a su modo, la aplica en respuestas desproporcionadas a los ataques que sufre de comandos palestinos.

Hace cinco años, cuando se divulgó la noticia de la agresión de Emovahedi a Ameneh, nos impresionó la frialdad del pretendiente que adquirió el ácido más corrosivo, esperó pacientemente a su compañera de facultad con el recipiente en la mano, le pidió que se casara con él y, cuando la joven se negó, le arrojó todo el líquido a la cara.

Casi por igual impresionan hoy las declaraciones de la víctima, que vive y recibe cuidados médicos en Barcelona y está decidida a viajar, en breve, a Teherán, para aplicar veinte gotas de ácido sulfúrico en uno de los ojos de su agresor. Hacerlo en los dos le costaría mucho dinero, porque, según la legislación actual iraní, el valor de dos mujeres equivale al de un hombre y el de dos ojos femeninos “solo” a uno masculino…

Ley de Talión en Irán, amputación de clítoris en países africanos y asiáticos, fusilamiento de Budas milenarios de Afganistan, reverdecimiento de inquisiciones y sharías en tantos países, vigencia de la pena de muerte en 51 naciones, bombardeos de inocentes en Gaza, violencia de género en España…Sería interminable la lista de salvajadas que nos legó lo peor del medievalismo.

Tan habituados estamos a que el dolor sea noticia, grabada o escrita, que no siempre nos apercibimos de que, tras estas y otras declaraciones e imágenes, hay seres humanos que sufren. El caso de Ameneh es doblemente terrible: hace cinco años ella fue víctima; la equiparación de la justicia en venganza está a punto de convertirla en verdugo.

Artículo de José Antonio Gurriarán.-



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