15 marzo 2009

El ejemplo de Pilar Miró



No aprendió Francisco Camps del ejemplo de Pilar Miró, que, por una inversión en vestuario inferior a la de sus trajes y los de sus colaboradores, tuvo el gesto de dimitir de la Dirección General de Televisión Española en 1989, cuando se lo pidieron en el Parlamento. Y dejó que los tribunales substanciaran sin presiones un caso del que, tres años después, salió absuelta y con todos los pronunciamientos a su favor.



Por la ropa en litigio hay ciertas similitudes de un caso con el otro, aunque no por su procedencia: fueron adquiridos transparentemente y con caudales públicos los vestidos de Pilar Miró; ocultamente y por una trama de empresas sospechosas de corruptelas millonarias los trajes del presidente de la Comunidad Valenciana y de tres de sus afines, según el auto del juez Garzón.

Hay, también, ciertas coincidencias en las insistentes peticiones de dimisión recibidas por ambos: la cineasta, del diputado popular Luis Ramallo, de toda la oposición parlamentaria y de un sector importante del partido que la sustentaba; Francisco Camps, de sus opositores y de voces acalladas de su propia formación política.

No coinciden los comportamientos de una y otro ante la escandalera levantada, hace veinte años y hoy, en medios periodísticos y políticos. Con la frontalidad y tozudez que la caracterizaba Pilar Miró defendió, abiertamente, en el Parlamento -incluso ante la Interventora General de Hacienda en el Ente Público-, su derecho a adquirir unos vestidos para utilizarlos en actos a los que asistió por razones de su cargo y dejarlos, después, en la guardarropía de Televisión Española.

Camps ha preferido arremeter contra el juez instructor y guardar silencio sobre los trajes, que, por valor de 34.908 euros, adquirió para él y tres de sus colaboradores Orange Market, una empresa, que, según las investigaciones judiciales, es propiedad del jefe de la trama corruptora, que, de 2005 a 2009, aleteó sobre el gobierno de la Generalitat Valenciana, de la que obtendría contratos millonarios en euros.

Conocí a Pilar Miró en tiempos en que profesionales y simpatizantes del séptimo arte apoyábamos las revistas Film Ideal y Giffith. Era una joven contestataria, que destacaba por su genialidad y capacidad de trabajo, tanto como por su terquedad. Años después coincidí con ella en Torrespaña, Pilar como Directora General, yo como subdirector adjunto a la dirección de los Servicios Informativos, que ostentaba su buen amigo y mejor profesional Julio de Benito.

Ninguno de sus rasgos de genio y carácter cambiaron durante su estancia en RTVE. Liberalizó la información, impulsó los temas culturales y científicos, dotó a la televisión de series y proyectos de gran altura, como Juncal, Forja de rebeldes y El Quijote…Fue una magnífica directora general. En la cuestión de los vestidos, tan sincera como empecinada en que no tenía porque gastar su sueldo en unos ropajes, que, si no fuera por cuestiones de representación, no hubiera adquirido.

“Jamás en mi vida privada usaría esos rtajes. Los dejaré en la casa de atrezzo”, nos dijo a algunos antes de su comparecencia parlamentaria, movilizada por el diputado de Alianza Popular, Luís Ramallo, su juez y martillo, que exigió las tres facturas de vestuario por valor de 711.368 pesetas. Nos contó, también, que en la comisión diría lo mismo que a la delegada de hacienda en el Ente: estos gastos, al igual que ciertos obsequios de la RTVA, en su criterio debían ser imputables al presupuesto

Sus argumentos no convencieron a la interventora, sujeta a normas estrictas en el control del gasto. Conocedora de que Pilar Miró era tan sincera y honesta como porfiada, le propuso una salida. “¿Por qué no te subes el sueldo, en vez de que te cubra estos gastos la casa.” La Directora General no aceptó y, con iguales argumentos, se presentó ante la comisión parlamentaria. Todos los miembros de la oposición pidieron su dimisión y, semanas después, Pilar se la presentó voluntariamente a Felipe González. Antes había ingresado en el tesoro público el importe exacto de lo gastado.

En 1996 entrevisté a Pilar Miró en el Palacio Real de Sintra (Portugal), donde rodaba “El perro del hortelano.” Vestía, como casi siempre, vaqueros y una gorrilla a la francesa Se disponía a filmar una escena en la que Enma Suárez lucía un bellísimo traje del siglo XVII. Me dijo con una sonrisa cómplice: “Estos si que son trajes y no los que me costaron el cargo.” Tuvo el valor de hacer la película en verso y la Academia la premió con siete Goyas.

Luis Ramallo actuó como notario de Gescartera y, acusado de recibir de grandes regalos de esta empresa –un reloj valorado en dos millones, entre ellos-, y de otros escándalos, la Comisión de Garantías del PP y le suspendió cautelarmente de militancia. Públicamente pidió perdón a Pilar Miró, pero ya era tarde: Pilar murió en 1997. ¿Aprenderá la lección de la historia, y de Pilar Miró, el presidente Camps?

10/03/2009 Artículo de José Antonio Gurriarán

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